jueves, 19 de diciembre de 2013

Crossfire

Me cogió la mano y se la llevó a los labios, besándome las yemas de los dedos.
—Te quiero.
Me quedé inmóvil y el corazón se me aceleró.
Entrelazando los dedos, los puso sobre su muslo. Los limpiaparabrisas se movían a
uno y otro lado, y su ritmo cadencioso imitaba los latidos de mi corazón.
—Dilo otra vez —susurré tragando saliva.
Él se detuvo en un semáforo. Girando la cabeza, Gideon me miró.
Parecía agotado, como si toda su habitual y vibrante energía se hubiese acabado y
estuviese echando humo. Pero sus ojos eran cálidos y brillantes y la sonrisa de su boca
encantadora y esperanzada.
—Te quiero. Sigue sin ser la expresión correcta, pero sé que quieres oírla.
—Necesito oírla —confirmé en voz baja.
—Mientras entiendas la diferencia. —El semáforo cambió y el coche siguió avanzando
—. La gente se olvida del amor. Pueden vivir sin él, pueden seguir adelante. El amor
se puede perder y volver a encontrarse. Pero a mí no me pasará eso. Yo no podré
sobrevivirte, Eva.
Se me cortó la respiración cuando vi su cara y cómo me miraba.
—Estoy obsesionado contigo, cielo. Soy adicto a ti. Eres todo lo que he querido y he
necesitado siempre, todo lo que he soñado. Lo eres todo. Vivo y respiro por ti. Por ti.
Coloqué mi otra mano sobre las nuestras ya unidas.
—Hay muchas otras cosas ahí afuera para ti, sólo que no lo sabes todavía.
—No necesito nada más. Me levanto de la cama todas las mañanas y me enfrento al
mundo porque tú estás en él. Por ti, el mundo cobra un sentido para mí que no tenía antes. Ahora ocupo un lugar, contigo.