martes, 16 de agosto de 2011

Grey's

En el instituto, en clase de literatura, tuvimos que leer “Romeo y Julieta” para subir la nota. La señorita Schneider nos hizo representar la obra. A Seth Scarafillo le tocó Romeo, y a mí, cosas del destino, Julieta. Las demás estaban celosas, pero yo tenía otra opinión. Le dije a la señorita Schneider que Julieta era idiota. Se enamora del único que no puede tener a su lado y después culpa al destino de su propia decisión. La señorita Schneider me dijo que cuando el destino se cruza en tu camino, a veces, no tienes alternativa. A los 14 años ya tenía muy claro que el amor, como la vida, es fruto de las decisiones, y el destino no tiene nada que ver. A todos les parece tan romántico, Romeo y Julieta, el amor verdadero. Qué pena. Si fue tan tonta como para enamorarse del enemigo, tomar veneno e irse a vivir a una cripta… se merecía lo que le pasó.

Quizá Romeo y Julieta estuvieran destinados a unirse, aunque sólo durante un tiempo. Luego pasó su momento. Si lo hubieran sabido, tal vez todo hubiera ido bien. Le dije a la señorita Schneider que cuando fuera mayor tomaría las riendas de mi destino, que no dejaría a ningún hombre arrastrarme al abismo. Me respondió que si alguna vez sentía la pasión podría considerarme afortunada, y que si la encontraba, no nos separaríamos nunca. Yo sigo creyendo que el amor es una cuestión de decisiones. Hay que dejar a un lado el veneno y la daga y buscar tu propio final feliz… casi siempre. Pero a veces, a pesar de decidir lo mejor que puedes, y de tus intenciones… el destino termina por ganar.